Como analista del sector de automoción, durante los últimos ejercicios he vivido el desafío de llevar a examen la rentabilidad de una industria donde los volúmenes de producción han vivido un periodo de auténticas turbulencias. Tras alcanzar un pico de producción histórico en 2017, donde se rebasaban los 95 millones de vehículos (M. veh.), el sector entraba en un ciclo bajista que se estimaba que tocaría suelo en 2020, con una producción cercana a los 87 M. veh. Sin embargo, la llegada del coronavirus, que obligaba a cerrar durante semanas las plantas de fabricación, llevaba a concluir el ejercicio con una producción 13 M. menor a la prevista, aumentando la profunda sobrecapacidad existente en un sector que ya de por si se enfrentaba a retos como la reducción de emisiones a través de la hibridación y electrificación del vehículo, o el desarrollo de un coche cada vez más autónomo y conectado.
Con la aparición de la vacuna y las relajaciones de las restricciones de movilidad, el sector de la automoción arrancaba 2021 con una perspectiva marcadamente positiva, con una producción anual estimada de 84,7 M. veh. y de 88,9 M. en 2022, recuperando así niveles pre-coronavirus. En esta línea, nuestra opinión respecto al sector se veía reforzada tras la pandemia, impulsada por el buen trabajo realizado por la industria a la hora tanto de optimizar su estructura de costes, como de fortalecer su generación de caja y balance, con un mayor control sobre el capex y el circulante operativo.